El estricto formato de las comparecencias en Naciones Unidas y la extensión de las preguntas realizadas por los comisarios del Comité, no permitió a nuestras compañeras proceder con el alegato final que habían preparado y que decía lo siguiente:
Hace muchos años que Solcom recibe continuas denuncias, quejas, peticiones de familias, de padres que día a día intentan que la educación de sus hijos transite por caminos de igualdad, equidad e inclusión y día a día ven como desde las administraciones educativas de este país se ponen trabas, pegas, zancadillas, se da la vuelta a las normativas y se condiciona la vida de los alumnos con diversidad funcional para que no puedan decidir por sí mismos en que escuela quieren estar.
La escuela que desde Solcom queremos para todos los niños y niñas, es una escuela que hay que crear entre todos, alumnos, profesorado, familias, administración…. una escuela sin distinciones y sobre todo sin etiquetas, una escuela que nos permita crecer libres e iguales y en esa escuela tiene que tener cabida toda la diversidad humana, sin excepción.
Cuando se nos invitó a comparecer en Ginebra tuvimos muy claro que no era Solcom quien venía aquí, que no era por nosotros por quienes estábamos aquí, que aquí estábamos por Jesús, por Alejandro, por Adrián, por Guillermo, por Dani, por Nerea, por Raúl, por Yuri, por Samuel, por Manu, por Carmen, por Clara, por Juanmi, por Rebeca, por Celia… y por una lista interminable y sobre todo, estamos aquí porque no es justo tanto sufrimiento, no es justo tanto abandono, porque una sociedad que se llama a sí mismo tolerante y democrática no puede permitirse tener una escuela que marca estas diferencias, y porque la vida de todos estos niños es tan digna como la de las personas que tan injustamente están decidiendo su futuro.