En estos últimos años estamos viendo la necesidad pública y política de constituir políticas públicas sobre los cuidados. De hecho, Europa acaba de presentar un documento sobre la Igualdad de Género donde apela a la necesidad de crear un Pacto Asistencial para Europa (Parlamento Europeo, 2021).

Esta propuesta está fundamentada principalmente en el enfoque del clásico feminismo de la igualdad y en el desarrollo de esa estrategia dual (medidas de acción positiva + mainstreaming de género) tan imprescindible para que mujeres y hombres cohabiten equilibradamente y asuman su corresponsabilidad en lo que son los cuidados.

En esta corresponsabilidad se aprecia la vulneración/violación de Derechos Humanos de las personas con diversidad funcional, en particular, cuando tenemos necesidades de apoyos humanos generalizados y permanentes, puesto que no se especifica que nuestras voces vayan a formar parte en ese gran pacto comunitario. Por lo tanto, de ser así, esta propuesta de corresponsabilidad debiera ser inadmisible.

No tiene ningún sentido que se pretenda equilibrar paritariamente los cuidados, en un 50% ideal y de manera informal, entre mujeres y hombres, sin las voces y participación de las propias personas con diversidad que van a recibir estas acciones.

Los cuidados son responsabilidad de todas las personas. Esto significa que las propias personas con diversidad funcional con necesidades de apoyos humanos también debemos formar parte en esa corresponsabilidad.

Los feminismos son fenómenos sociales, individuales y colectivos, de emancipación y empoderamiento de las mujeres en primer lugar, pero también de una transformación amplia y profunda del contexto socio-histórico y político. Aun así, la desigualdad estructural y de raíz que existe es de gran calado. Las brechas asistenciales por género son una realidad constatada, sin embargo, observamos que en vez de minimizarse dichas brechas, estas se agrandan.

Sucede hasta tal punto que los cuidados son fundamentalmente no remunerados, informales, precarizados y feminizados. Y también ocurre con quienes recibimos dichas acciones. Existe una brecha asistencial por género que hace que una mayoría de mujeres con necesidades de apoyos humanos vivamos institucionalizadas, en particular, a partir de cierta edad.

La institucionalización es una forma patriarcal, capacitista y anti-feminista de resolver la temática de los cuidados. Viola Derechos Humanos, retroalimenta distintas formas de violencias (incluidas la violencia machista y por género).

Las mujeres discriminadas por nuestra diversidad funcional necesitamos/reclamamos poder autogestionar nuestras vidas, poder decidir, dónde y cómo vivir. Y esto solo se consigue teniendo asistencia personal.

Queremos feminismos antipatriarcales, anticapacitistas y desinstitucionalizadores. Necesitamos que los feminismos se pronuncien en contra de la institucionalización. Confiamos en que los feminismos colideren con el Movimiento (mundial) de Vida Independiente, a escala global, la demanda internacional por una Vida Independiente con la figura laboral de Asistente Personal. Exijamos una conciliación inclusiva.


Soledad Arnau Ripollés. Doctora en Filosofía (UNED)

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